Emprendedores Dorados
Por Maria Isabel Triviño , 13 de diciembre de 2021

La historia de Rhenania, pastelería símbolo de Osorno: #EmprendedoresDorados

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Gerente general de la empresa Otten relata décadas de una tradición alemana que perdura fiel en Osorno. “Hemos tenido épocas buenas, malas y momentos de apretarse el cinturón, pero hemos salido adelante", confidenció a Diario Emprende.

Hay sabores que trascienden los años. Sabores que tras décadas de haber deleitado los paladares de Osorno y de la zona, se han vuelto una tradición.

Un claro ejemplo es el berlín de la panadería y pastelería Rhenania. Sí, esa esponjosa y dulce masa rellena con dulce de membrillo que, según cuenta su gerente general, Marcelo Álvarez Palma, “se hace de la misma manera desde hace 62 años”, cuando sus suegros Heinz Rödenbeek y su esposa Hedwing Otten la crearon en 1959.

Testigo privilegiado de la historia de la empresa Otten, durante las casi cuatro décadas que ha estado ligado a la compañía, relata que sus suegros perdieron todo en la Segunda Guerra Mundial pues vivían en Alemania Oriental. Por ello, en 1949 se vinieron a Chile con sus dos hijos mayores. Acá, años después nacería Hedy, esposa de Marcelo.

Señala a Diario Emprende que partieron con una pensión en Rahue y luego instalaron su primera panadería en ese sector, la que repartía en el mercado municipal sus productos como el tradicional Vollkornbrot (pan a base de grano de centeno). 

Después vendría una panadería con salón de té en Ramírez, frente al local que hoy tienen en esa calle. Paralelamente, Heinz y Hedwing habían enviado a Alemania a su cuñado cuando tenía 14 años, para estudiar panadería y pastelería. 

Y, en 1964, instalan la fábrica y sala de ventas en Manuel Rodríguez, a pasos de Avenida Zenteno. Pero en 1970, a raíz de la contingencia política de Chile, sus suegros decidieron volver a Alemania. Tras intentar sin éxito vender la panadería y pastelería, finalmente Hedy quedó a cargo. 

Años después Marcelo llegaría desde a Santiago a estudiar perito agrícola en el Instituto Adolfo Matthei, para luego desempeñarse durante 8 años en la otrora Cooperativa Agrícola y Lechera de Osorno (CALO). En esa época empezó a ayudar en Rhenania y y en 1989 entró a trabajar formalmente en la empresa Otten.

EL SELLO ALEMÁN

Como sus padres tenían un negocio, Álvarez contaba con una visión del área comercial, pero reconoce que “no tenía nada que ver con pastelería”. 

Relata que para él fueron años de una evolución orientada a aprender todo lo relacionado con panadería y pastelería. Hizo cursos en Inacap en Santiago, para empaparse  de lo que estaban haciendo, “viendo los gustos, las decoraciones y haciendo cosas nuevas”, comenta. 

Con orgullo, destaca que los sellos que identifican a Rhenania dicen relación con que sus panes y pasteles son “muy artesanales y de calidad”, preparados con productos que ellos elaboran, manteniéndose fieles a las tradiciones alemanas y optando por un pan preparado en base a la antigua masa madre. 

Así, han mantenido su ganado prestigio en el que asoman numerosos tipos de torta, los kuchenes de miga y pasteles como el ya mencionado Berlín, de cuya calidad pueden dar fe miles de osorninos. 

Añade que la apuesta de Otten no es hacer grandes cantidades de quintales de harina, pero sí mucha variedad de panes para sus distintos clientes. Entre éstos asoman los moldes que venden a las Termas de Puyehue y el Hotel Sonesta; o los panes de hamburguesa especiales para el local de Bitte Brot. 

Mención aparte, hay que señalar que Rhenania es un elemento importante de otro clásico de los paladares osorninos: los completos del Café Central, cuyos panes elaboran.

ALTOS Y BAJOS

Pero no todo ha sido miel sobre hojuelas para Rhenania, durante las últimas décadas, cuenta su gerente general.

Recuerda que cuando se hicieron cargo de la empresa había 15 trabajadores, ente la sala de venta y la panadería y pastelería. Con el tiempo fueron creciendo y llegaron a tener 68 personas en la fábrica, más 18 que trabajaban en las salas de venta. Y cuando abrieron el pub restaurante Gambrinus en 1996, ubicado al lado de la fábrica de calle Rodríguez, llegaron a 117. 

“Pero, lamentablemente, pastelero a tus pasteles. Vino la crisis asiática y ese negocio anduvo mal, mucho robo, así que perdimos el local que habíamos comprado”, comenta Álvarez.

Además, abrieron un consignatario en Valdivia, otro en Puerto Montt y estuvieron 14 años repartiendo productos del Rhenania en el Jumbo, sobre todo en Navidad.

Fue en ese año que llegó su hijo Matías quien, tras estudiar chef de cocina y administración, le propuso terminar la entrega al Jumbo pues “lo que no se vendía se devolvía y en malas condiciones. Al final, eran más las pérdidas que lo que lo que se ganaba”, resume.

Además, pusieron al consignatario de Valdivia pero siguieron con el de Puerto Montt, el que sigue funcionando hasta ahora, precisando que les ha ido bien en la capital regional.

Explica que “hemos tenido épocas buenas, malas y momentos de apretarse el cinturón, pero hemos salido adelante porque una de las grandes cosas que he aprendido yo, que no soy alemán, es la perseverancia. Uno ve cómo han sido ellos, perseverantes, seguir y seguir, trabajar y trabajar, y han sido muy ordenados en sus cosas”, destaca.

Asimismo, señala que han logrado mantenerse pese a la aparición de nuevos negocios del rubro en el mercado, como también han sorteado un efecto de la pandemia de Covid-19: la gran cantidad de gente que se ha reinventado optando por preparar comidas, postres, galletas, chocolates, hojarascas, que venden en negocios o directamente en oficinas sin pagar impuestos, lo que cuestiona Álvarez, también dirigente de la Cámara de Comercio e Industrias, Servicios y Turismo de Osorno.

En cuanto a las ventas en pandemia, indica que el año pasado fue negativo pero añade que la situación ha sido distinta este 2021, en el que confiesa “vamos muy bien”. Ello ha sido posible porque también se han reinventado, por ejemplo, poniendo énfasis en sus redes sociales; con delivery a través de aplicaciones, y fabricando durante todo el año los chocolates que antes vendían solamente en Navidad y Semana Santa.

LEGADO

A sus 73 años, Marcelo también relata que Rhenania ya cuenta con una tercera generación que está trabajando desde hace ya al menos un par de años: la integran sus hijos Matías, ya mencionado, y Talía, quien es diseñadora gráfica.

Señala que ha sido un proceso paulatino, “porque no es un negocio fácil”, pues recalca que hay mucho personal, mucha compra de productos y, como son alimentos, hay que preocuparse mucho de la higiene, todo lo que tiene que ver con calidad y seguridad.

Y detalla que “igual uno tiene que estar ahí ayudando, observando, porque tiene que traspasar lo que le tocó vivir a la generación que sigue. Ellos vienen con otra mentalidad, otra manera de ver las cosas, por ejemplo en su visión de negocios y en el tema de tecnología que uno no aprendió”, comenta. 

En esta transición, continúan desarrollando iniciativas como la remodelación de la fábrica que están ejecutando, para dejar en ese lugar toda la producción. Paralelamente, en la misma calle pero al frente, están arreglando una casa que compraron, con el objetivo de traspasar hacia allá la sala de ventas y, el día de mañana, hacer ahí un salón de té.

En este contexto, vuelven a entrar a escena la pandemia y sus efectos que les han impedido, por ahora, tener claridad respecto de cuándo abrirían la sala de ventas. Marcelo Álvarez aclara que ello depende de cómo les vaya con la remodelación, porque enfatiza que “ha sido muy difícil, ya que faltan muchos materiales y personas que quieran trabajar”.

Y más allá de este proyecto que actualmente desarrollan, del cual habla con tanto entusiasmo, el gerente general de la panadería y pastelería Rhenania confiesa que, si bien se ha ido desligando de varios temas, no se ha fijado un plazo para salir de la empresa.

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